viernes, 24 de febrero de 2012

Sacudámonos las telarañas


Sacudámonos las telarañas
Las tragaderas de los humanos parecen infinitas. A los problemas económicos se unen casos de corrupción de personajes públicos, mala gestión política y agresiones a la propia inteligencia de las personas por las mentiras e, incluso, “pitorreos” con los que defienden ciertos políticos o sus técnicos correveidiles posturas indefendibles, en lo que se conoce como la “Democracia Española”.
Y saco a relucir las tragaderas porque, aun con los dignísimos antecedentes de las movilizaciones del 15M, socialmente todavía sostenemos a esta clase política y financiera que nos domina.
El marasmo en el que nos hemos sumergido como sociedad en las últimas dos décadas ha sido tan grande, que despertar de este atocinamiento es difícil. Todos, en general, incluso aquellos que en su momento fueron activistas en defensa de los derechos sociales, hemos pasado por un largo sueño, peor que el de la Bella Durmiente, pues por mucho que nos besen (aunque sea a base de mordiscos en nuestros bolsillos y en nuestros proyectos de vida), seguimos bajo los efectos de una droga, destilada de las entrañas de moscas Tse-Tse, que picotean en los váteres de las sedes del FMI, agencias de calificación o Banco Central Europeo.
Es, por tanto, momento de que nos sacudamos las telarañas y, como ha solido ocurrir a lo largo de la historia, han de ser los más jóvenes los que aporten la savia que nos alimente al resto. En estos últimos días a mi indignación ya crónica, como la de tantos otros, aumentada por los acontecimientos de la represión a los estudiantes del Lluís Vives, se ha sumado para variar una esperanza.
El sentir casposo y carca de la sociedad nos ha hecho creer que los jóvenes eran mayoritariamente “nens” medio descerebrados. Pero oyendo hablar y actuar a estos chavales no puedo más que sentir orgullo por su comportamiento. Es de admirar cómo se explican de forma directa y clara, sin rodeos ni dobles intenciones. Hay que ver cómo se organizan y qué poder de convocatoria tienen, para sí lo hubieran querido ciertos activistas de los 60 y 70. Su valentía ha de ser un aliciente para que reaccionemos, cuando aún es posible.
La educación es un arma peligrosa para el poder que intenta sojuzgar con el palo. Nuestros chavales han aprobado con nota esta asignatura. Ahora nosotros no podemos fallarles. 

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