Sacudámonos las telarañas
Las tragaderas de los humanos parecen infinitas. A los
problemas económicos se unen casos de corrupción de personajes públicos, mala
gestión política y agresiones a la propia inteligencia de las personas por las
mentiras e, incluso, “pitorreos” con los que defienden ciertos políticos o sus
técnicos correveidiles posturas indefendibles, en lo que se conoce como la “Democracia
Española”.
Y saco a relucir las tragaderas porque, aun con los dignísimos
antecedentes de las movilizaciones del 15M, socialmente todavía sostenemos a
esta clase política y financiera que nos domina.
El marasmo en el que nos hemos sumergido como sociedad en
las últimas dos décadas ha sido tan grande, que despertar de este atocinamiento
es difícil. Todos, en general, incluso aquellos que en su momento fueron activistas en defensa de
los derechos sociales, hemos pasado por un largo sueño, peor que el de la Bella
Durmiente, pues por mucho que nos besen (aunque sea a base de mordiscos en
nuestros bolsillos y en nuestros proyectos de vida), seguimos bajo los efectos
de una droga, destilada de las entrañas de moscas Tse-Tse, que picotean en los váteres
de las sedes del FMI, agencias de calificación o Banco Central Europeo.
Es, por tanto, momento de que nos sacudamos las telarañas y,
como ha solido ocurrir a lo largo de la historia, han de ser los más jóvenes
los que aporten la savia que nos alimente al resto. En estos últimos días a mi
indignación ya crónica, como la de tantos otros, aumentada por los
acontecimientos de la represión a los estudiantes del Lluís Vives, se ha sumado
para variar una esperanza.
El sentir casposo y carca de la sociedad nos ha hecho creer
que los jóvenes eran mayoritariamente “nens” medio descerebrados. Pero oyendo
hablar y actuar a estos chavales no puedo más que sentir orgullo por su
comportamiento. Es de admirar cómo se explican de forma directa y clara, sin
rodeos ni dobles intenciones. Hay que ver cómo se organizan y qué poder de
convocatoria tienen, para sí lo hubieran querido ciertos activistas de los 60 y
70. Su valentía ha de ser un aliciente para que reaccionemos, cuando aún es
posible.
La
educación es un arma peligrosa para el poder que intenta sojuzgar con el palo.
Nuestros chavales han aprobado con nota esta asignatura. Ahora nosotros no
podemos fallarles.
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